La fiesta (y II de II)

jueves, 21 de agosto de 2008

(Leer antes: La fiesta I)

Me entraron unas ganas ineludibles de largarle una hostia a la tal Tupemaca. Pero la habitación estaba a oscuras. Y no tenía ni puta idea de dónde se había metido. Intenté encender la luz, pero no funcionaba. Busqué en mis bolsillos, pero me había dejado encendedor y móvil en la chaqueta, que debía estar en algún lugar al otro lado de la puta puerta.

Una montaña de preguntas emergió de mi mente: ¿Cómo coño había llegado a una situación tan absurda? ¿Quién coño era la tal Topemaca? ¿Era todo un fruto arrancado de un árbol distraído por un viento casual o un manzanazo premeditado? ¿Había algo de qué preocuparse? ¿Qué coño podía hacer sin caer en el ridículo?

No conocía la habitación lo suficiente como para caminar sin tragarme algún mueble. De todos modos extendí los brazos, y sin mediar palabra avancé. Pensé en llegar al baño, cuya puerta recordaba estaba al final de la pared derecha. Pero antes de que pudiera dar cuatro pasos sentí un agudo dolor en la nariz. Alguien me había golpeado. Avancé con rabia y tropecé con algo. Caí al suelo, apenas con tiempo para poner los brazos. Entonces sentí la sangre afluir hasta el piso. Exploté de rabia, dije lo primero que se me ocurrió:

-Cuando te coja, pedazo de zorra, te voy a dar semejante paliza que te vas a quedar sin putas lágrimas, y pedirás por favor que te escupa en los ojos.
-Oooh... ¿Papi quiere azotarme? He sido una niña mala, lo reconozco.

Sin saber por qué me di la vuelta y me quedé tendido en el suelo. Su voz provenía de la parte izquierda de la habitación, donde estaba la cama. Pensé que si volvía a hablar podría abalanzarme sobre ella y agarrarla de una puta vez por todas. ¿Pero qué hacer después? Algo interrumpió la linea de mis pensamientos. La muy zorra se había sentado encima de mi.

-Creo que tu mujer te pone los cuernos.
-¿Y por qué crees eso?- Sentí un cierto alivio al poder tener cualquier tipo de conversación que me sacase del absurdo, aunque tratase de mi convirtiéndome en ciervo.
-Bueno, ella me lo dijo. Me dijo que se follaba a un tal Luis Enrique.
-Bueno, siempre ha sido muy dada a tener fantasías con exfutbolistas del barça. ¿Seguro que no era un tal Romario?
-No, era Luis Enrique. Uno de sus alumnos de clases particulares.

Sabía que mi mujer tenía un alumno llamado Luis no sé qué. Y en ese momento me di cuenta de que no había querido anular la clase del lunes pasado, con ese tal Luis, cuando le pregunté sin quería comer conmigo en el centro. Mi silencio me delató. No podía hablar, y ella comenzó a reírse.

-¿Has visto lo ventajoso que es tener una amiga? No puedes fiarte sólo de una mujer. Necesitas varias, para que se espíen entre ellas.
-Ah, entonces... ¿Quieres que te contrate?
-No, ya lo has hecho. En realidad querías que esto ocurriese.

La puerta comenzó entonces a hacer ruido. Y justo antes de que la abriesen, con un gesto brusco me arrancó la camisa, haciendo saltar los botones. La puerta se iluminó, y escuché un "hay dios mío" de la voz de mi mujer y un "la hostia puta" en boca de Charly. Miré hacia arriba. La chica estaba desnuda, y se movía adelante y atrás sobre mis pantalones.

La tiré hacia un lado y salí corriendo hacia el salón. Quedaba menos de la mitad de la gente que había asistido en un principio, y en su lugar había como 7 u 8 chicas desfilando y bailando en ropa interior. Escuché el portazo de la puerta de entrada. Supe que mi mujer se había marchado. Agarré la chaqueta y salí corriendo en su búsqueda. El ascensor ya descendía, así que enfilé las escaleras.

Era un descenso desde un séptimo piso. Empecé a devorar los escalones de dos en dos, ansioso por ganar la carrera al ascensor, hasta casi caer al llegar al sexto piso. Me reincorporé y volví a descender decidido hacia el quinto, pero en el trayecto las dudas me alcanzaron de lleno. ¿Qué era lo que estaba haciendo? Correr detrás de mi altiva esposa, dejando atrás una fiesta que no había terminado, donde podría reírme de lo sucedido, bromear, y salir indemne de toda aquella farsa. Con esto en la cabeza, arrojé mi cuerpo hasta el cuarto, cada vez más convencido de que estaba muy por encima de todo aquello y que debía detenerme. En el descansillo de la escalera entre el cuarto y el tercero paré, cansado física y anímicamente. Definitivamente correr no tenía sentido. Bajé los escalones de uno en uno hasta el siguiente piso. Envidiaba a toda la humanidad, tan en su sitio, con sus vidas perfectamente ordenadas. ¿Por qué me había casado con aquella mujer? La quería, sí... ¿Pero era suficiente razón como para pasar por un tormento cada día de mi vida? Tener que esforzarme por estar a la altura de caprichos altaneros. En el primero no aguanté más. Deseaba matarla. La emprendí a patadas con la puerta del ascensor. No quería verla. Me quedé en silencio, escuché como ella salía a través del portal unos metros más abajo, con un taconeo cadencioso. Se reía, no lloraba. Y eso hizo que yo comenzase a hacerlo. A llorar. Estaba realmente hundido.

Finalmente bajé hasta el portal. Saqué la cajetilla de Winston del bolsillo derecho de la chaqueta de piel rojiza que llevaba. Estaba sudando, y a la vez tenía frío. El humo me tranquilizó. Afuera la noche era clara, y el viento apenas soplaba. Todo estaba en calma. Me senté en un escalón. Como siempre que me sentía solo, hablé para mi mismo:

-La vida puede ser tan caprichosa y frívola como una mujer...
-Y como ellas, en su frivolidad, siempre es terrible.

Me sorprendió escuchar su voz, a mi espalda. Se sentó a mi lado. Por debajo de su gabardina estaba desnuda. Ni siquiera llevaba zapatos. Eso me enfureció un poco, me daba la sensación de que sabría que me encontraría solo en el portal. Sin el valor necesario para salir a la calle.

-¿Cuál es tu verdadero nombre?
-Menudo espectáculo has dado ahí arriba.
-¿Por qué coño has hecho...
-Pareces un perro hidrofóbico bañado en un lago de lágrimas, consolándose con que haya más sal que agua en ese residuo de llanto.
-¿Quieres hacerme creer que pretendías ayudarme?
-No, simplemente me ponen mucho los perros.

Y diciendo esto, me besó, mordiéndome el labio inferior hasta hacerlo sangrar. Y todo lo demás, dejó de importarme en absoluto. Por primera vez en mucho tiempo, yo era el centro de algo. De lo que fuese. En ciertas ocasiones, cualquier cosa nos sirve de correa.

8 garabatos:

100 grados y 21 gramos dijo...

Indudablemente, me gustas en prosa. Recuerdo alguna vez te pedí que escribieras algo, hoy sé que estaba en lo cierto.

Espero que haya muchas más de estas primeras y segundas partes, me dejas con ganas.

un saludo Chema

Chema dijo...

Aaaaaaaahhh!!! Lo has leído entero! De verdad!

Juro que cuando lo puse nunca pensé que encontraría cualquier tipo de comentario al final!

MUCHAS GRACIAS!!!

(Aunque el problema radica en que yo no me gusto... pero ando con vistas a superar algún día ese complejo... algún día, por hoy me aburro)

Un besazo! :)

Adriana Lara dijo...

Bueno, también yo lo leí entero. Y la verdad es que esperaba el "y desperté todo transpirado". Me alegró no encontrarlo, sinceramente.
Buena historia.

Eva Torices dijo...

Esta historia no es cualquier cosa, no. Como lo lea Almodóvar tenemos película...

Me gustan los giros completamente antihabituales, no predecibles, el argumento un poco absurdo, un poco histriónico, un poco triste, y por debajo de lo extravagante muy real y cotidiano. Las cosas que nos pasan de verdad pero que comparadas con una peli americana son perros verdes.

Chema dijo...

Joder, muchísimas gracias de nuevo!!!

Siempre me ha costado mucho narrar, y esperaba que nadie lo leyese, porque siempre es difícil.

Así que significa mucho para mi (prometo mejorar).







Aparte: Me gustaría que el por determinar se determinase. Tiene su gracia, pero creo que se ha equivocado de blog.

tan versátil como acústica dijo...

me gustó mucho. deberías unir todos estos textos en algo mayor.

Anónimo dijo...

Yo también lo leí completo... y me gustó mucho, pero por sobretodo la segunda parte, que creo no necesita de la primera.
En la situación al final de una fiesta tan heavy, poco importa lo que halla gatillado las circunstancias, toda la atención se me fué a como el protagonista sale de ellas y eso te fluyó divinamente.
Saludos,
Laura

Chema dijo...

Me encanta esa expresión. Gatillar las circunstancias. Gracias Laura! así como gracias por tus palabras.

Andrea, eso pretendo con el blog. Hasta que finalmente, en un futuro incierto, quizás lejano quizás no tanto, pero siempre presente, edite algo.

Un besazo a las dos!

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