En aquel bar su savia se convertía en mi saliva y cada verso era... qué se yo, una declaración de dependencia, un juramento de infidelidad. Pero es que era tan fácil pronunciar cada palabra, tan tan fácil abrir la boca y sentir fuego. Tan divertido que nadie se diese cuenta.
De aquello sólo quedan caramelos de ceniza. Es la ley universal de la mecánica de escombros: cada animal que lama sus heridas. Las mías saben tanto a lluvia que ya reflejan el sol que ilumina la cara oculta de las nubes.
Hace 46 minutos
2 garabatos:
De animales que escriben y se enamoran somos varios, de momento no estamos en peligro de extinción, no sé si es suerte o desgracia, pero es.. lo he leído me ha gustado y aquí estoy, besos.
y ojalá su inexistencia se extinguiese
besos, por suerte :)
Publicar un comentario