Una floritura con el bolso. Un cambio de ritmo en sus caderas. Una sonrisa involuntaria. Y una ranura en cada ojo. Habían pasado dos años desde la última vez que la viera. Pero sentía que quizás se hubiesen quedado enganchados en algún rescoldo del tiempo. Y como una goma elástica de pronto retrocedieran. Lo sintió abajo, donde se siente todo. En el estómago. Un vahído de caída inesperada que le hizo aferrar sus manos a la barra.
Sintió fluir el rubor desde la raíz del pelo. Un púrpura relegado por una valija de preguntas hasta entonces inadvertidas. ¿Estaba más gordo? ¿Quizás se le veía más viejo? ¿Su ropa daría buena imagen? ¿Había realmente cambiado algo? Las analizó en silencio y a oscuras, como el profesional que ojea de un vistazo sus cartas pero sigue jugando con ellas en la cabeza, mientras con un impulso seco de un pie que semejaba de otro, liberó de apoyo su espalda y se dispuso a caminar hacia ella.
Cada paso era una tentativa refrenada de dar media vuelta. Ella estaba de espaldas, sentada frente a una de las diminutas mesas que decoraban la entrada al local y en las que nadie se sentaba, salvo que tuviese una razón de peso. Y el peso siempre está ligado a la razón, como lo ingrávido a lo imprevisible. Así que al sentarse frente a ella sus dudas quedaron en pie, mezcladas con el humo del cigarrillo que ella acababa de encender.
El tiempo se congeló. No como en las películas, la imagen fija en la pantalla y una voz en off. Sino como realmente el tiempo se congela, con un respingo, un coche que agarra un bache y lo empuja hacia abajo. Y hasta que de nuevo abraza tierra no vuelve a tomar la carrera, aunque sus ruedas giren en su suspenso más rápido. Las miradas de asombro, los saludos, las tópicas preguntas que no pertenecían a nadie y por tanto nadie reclamaba, se condensaron en esa gambeta temporal. De modo que cuando ella empezó a hablar, lo hizo con la naturalidad de la que ha dejado una conversación a medias.
Con tanta naturalidad que parecía que se la hubiese robado toda para exhibirla frente a él. Con esa media sonrisa que hace parecer a las mujeres amazonas de un pasado mitológico y a los hombres gilipollas. Él dijo a todo que sí. Que no. Quizás. Una carcajada. Pidió una copa a la camarera, amiga suya, amiga como lo son las camareras, con una amistad de oficio. Lo hizo para darse un respiro. Para pensar. Mientras ella continuaba charlando, animada por llevar las riendas. Conversando con su caballo.
Bebió. Testigo auditivo de un cuadro surrealista. Siguió bebiendo. Examinando cada detalle sin entender el posible conjunto. Le faltaba la intención del artista. Algo sobre una amiga y un hijo de puta, sobre una infidelidad, sobre la venganza, sobre viejos tiempos. Él tenía también algo que preguntar, algo que decir. Pero se lo había dejado tirado en algún sitio. Quizás en la barra, donde los borrachos intercambiaban ovillos de palabras despreocupadas. Y él no tenía ninguna.
La temperatura en esa zona era insoportable. Ningún tabique les separaba de los demás, y aún así tenía la sensación de que echando la mano hacia el resto, aún así, arrojándoles su mano con todas las fuerzas, no podría estirar el brazo. El sonido también. Tenía dificultades. Comenzaba a llegar ondulado, arrugándose y alisándose a los ruegos de los ademanes de su compañera. Que seguía sonriendo. Entre palabra y palabra. Todo iba bien. No, no iba bien. Nada bien.
Cerró los ojos, diseccionando en el fantasma de la impresión luminosa lo que no podía percibir en ese ser vivo de sombra que afuera se movía. Que reptaba por su espalda, por debajo de la camisa, queriéndole entrar por la boca. Caliente y pegajoso. Ella sonreía. Y sin embargo no lo hacía. Escrutó el desvanecerse de su cuerpo en colores rosas, verdes y lilas. La sonrisa se volvía una mueca de ira. Los gestos amigables puñaladas sobre el oscuro. Y entre sus piernas cruzadas se retorcía la naturalidad que le había robado. La copa.
Se levantó y dio un traspiés hacia delante. Le sujetaron entre varios. "Tranquilo amigo". "Dejadme en paz". Le empujaron hacia delante. Bien. Hacia delante. La puerta se acercaba dando tumbos, dudando, temblando. Él sólo quería llegar hasta allí. Afuera soplaría la brisa. Afuera podría respirar. Hacia delante.
Cayó antes de poder alcanzar el aire. Escuchó una voz. "Va conmigo". Otra. "Parecía drogado". La copa. Seguía allí, sobre la barra. Llena. Sintió otra punzada en el estómago. Un latigazo violento sobre las tripas. Llevó sus manos hacia abajo y lo notó perfectamente. Como si se hubiese taladrado la piel. Dos años corriéndole de improviso a través de las vísceras. Cerró los ojos.
Dos años corrieron de golpe. Y él sujetó la copa que le acababa de poner la camarera, su amiga. Pero decidió no tomársela. Ella se dio la vuelta y le sonrió desde su silla. Pero no sonreía. Con un taconazo seguro y propio de él se dirigió hacia la brisa, deshaciéndose de la barra, del local, de las piruetas temporales y de las dudas, que saludaron su paso, volviendo al humo del cigarro que ella acababa de encender mientras dirigía hacia la camarera una mirada inquisitiva. Con una media sonrisa que ya no escondía la ira.
Hace 18 horas
12 garabatos:
Muy bueno, pero también muy largo jajaja. Un buen narrador emplea las palabras justas y no se recrea. Tienes un problema con la sobriedad?
Sí, que me aburre. Todos tenemos nuestras influencias.
Un buen narrador es el que seduce la atención. Un buen informador es el que usa las palabras justas. Esto es recreo, al fin y al cabo.
Pues a mí me ha gustado,pero reconozco que me ha resultado confuso; aunque en eso también influye que hoy estoy un poco "espesilla" jaja.
Lo que respondes al comentario de arriba, creo que es cierto, lo importante es captar la atención, cada uno como quiera con muchas o con pocas palabras, lo escrito, escrito está; son los lectores son los que deciden que quieren y que no.
Saludos!
Ha sido ahora cuando me he dado cuenta de que puedo poner un nombre para firmar, pensaba que no. Así que ya no firmo con Anonimo.
Bueno, esto era un relato experimental. Estoy empezando. Leyéndolo ahora sí, quizás sea algo confuso.
Pero quería darle un toque onírico y agobiante. Un poco en la línea mundo David Lynch o algo así. Me gusta la idea de dualidad, de un posible mundo justo a un paso del nuestro o a un cerrar de ojos. Escondido tras las paredes.
De hecho a veces ocurre, no? A mi sí. Hay noches que me despierto y no tengo muy claro si he soñado algunas cosas o si han sucedido. En ocasiones es obvio, pero en otras no tanto. Y me veo haciendo preguntas casuales a la gente. Para tener pistas.
Ese mundo de los sueños luchando por salir de la oscuridad de la mente para entrar de lleno por la puerta de los sentidos.
Un beso
Entré en tu blog por que me gustó el comentario que le hiciste a Elisa que a su vez entró en el mío por el de Toro Salvaje. al igual que otros compañeros se me hizo un poco largo tu último escrito, aún así me valieron muchas frases destacables.
Un saludo
Diré en mi defensa, que cómo Cortázar, y salvando las distancias, requiero de lector cómplice. Y la complicidad no es un negocio barato.
De todas formas pretendo escribir cosas más cortas. Aunque también pretendo escribirlas más largas. Como mínimo la longitud variará en una o dos palabras.
Me alegra mucho que leas mi blog con más gente, en grupo.
Un saludo
Para que luego digas que no entran por aqui los gaiteiros...
Tio no es por nada pero juraría que la pava de arriba no se refería que leyó tu texto en grupo...xd a lo mejor si...pero creo que no.
Además yo de ti intentaba corregir el tipo de letra o color...no se al ser texto tan densos y que requieren atención,yo no estoy muy acostrumbado a tener que concentrarme cuando leo algo en internet, y si lo tengo que hacer con esta presentación cansa mucho, por eso quizás parece más largo de lo que puede ser.Letra menos brillante un poco más grande y más espacio entre lineas quizás vendría bien. Del texto te digo lo que moló pk hoy estoy de buen humor...xd:
"las analizó en silencio y a oscuras, como el profesional que ojea de un vistazo sus cartas pero sigue jugando con ellas en la cabeza " y " Mientras ella continuaba charlando, animada por llevar las riendas. Conversando con su caballo"
Chao Cortázar
Ya, yo también lo sospechaba, pero he de reconocer que me pilló en un momento de mal humor y respondí un poco agrio. Pido disculpas.
Lo de la letra tienes razón. Me da un poco de pereza, pero es cierto que al ser tan brillante y compacta se hace muy incómoda. No sé quién me había comentado que le daba dolor de cabeza.
Tendré que investigar la plantilla, porque recuerdo que una vez intenté cambiarlo directamente y no funciona.
Muchas gracias por pasarte y por tu comentario, Mago.
Fuente cambiada, de Arial a Tahoma.
Espero que sirviese de algo :)
He encontrado tu blog por casualidad y me ha gustado. ¿Escribes todo lo que publicas en este blog?
Pasate por mi blog, todas las entradas están escritas por mi,
Un saludo
No creo que la extensión de un relato sea un tema a discutir, al menos no en este territorio. Aquí uno entre, y si quiere lee. Si quiere comenta. Las sugerencias de estilo y técnicas narrativas se las dejo a los talleres literarios, a la conversación de café con texto en mano (destripando cada frase, cada adjetivo...), que difícil y lamentablemente se puede tener a esta distancia.
Pues nada. Yo entro, leo y me quedo con lo que me agrada: los detalles, la atmósfera, la intriga por saber qué mierda pasó... me quedo con ciertas imágenes, originales, intensas... bellas.
Tú sigue contando lo que quieras y cómo quieras. Y al que no le guste la fiesta, se viste y se va.
Abrazo.-
Sí, claro, lo publico porque lo escribo, para qué iba a publicar cosas de otras personas, que seguramente ya estén publicadas? :)
Gracias por tu ánimo, Tristancio. Tienes razón. Aún así, escribo para ser leído, y si algo falla, quiero saber qué es. Quizás falle del lado del lector, quizás del lado de quién escribe.
En todo caso no importa. Las cosas tienden a escribirse solas, y se necesita mucho recorrido para domar las palabras. Aún me falta.
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