Mi moneda sin suerte

viernes, 29 de agosto de 2008


Me abrazo al recuerdo del disco de carne, hendido hasta el nervio de jugárselo todo, me abstengo de preguntarle por trampillas de luces, conductos al desván del sentido sosegado. Me prefiero espía de la ciencia del vulgo, ese juego de cartas entre cruces de cuerpos, sin pistolas ni espadas ocultas en los bastones, ni trucos ni acuerdos que comercien secretos.

Por el dilema de frío que bajo tierra retumba, escogí el ministerio más cercano a los lances, entre acordes con todo que suenan desafiantes, cubro mi cadáver de bolsa para poder jugar justo. No cuento por desconfianza en el exacto de relojes, me remito a la prueba del calvario yodado a tantas calamidades de tentáculos interminables, en los que asfixié un probable inframundo, nacido de un doloroso inadjetivable.

Así de insesgado voy cambiando de rumbo, pedaleando sabores y paladeando su ausencia, con la manga limpia de sudores de presa, con orgullo coherente en la vorágine impresa en cada uno de los gestos que la sutileza del azar expresa a través de mis manos. Y cada abstracción es un tirar de dados, y cada fricción un girar de moneda.

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Hijos de realidades

jueves, 28 de agosto de 2008

Víctimas de realidad son... que la han conocido. La han asimilado en su ingente crudeza, se han convertido en secretos vasallos. Adoran la violencia de sus espasmos febriles, sonríen de severa su franqueza, se arrodillan sobre sus crímenes, y no rezan. Nadie recibe plegarias a tan alta su hora, no hay moraleja en la que adoctrinar a los frutos del caos de pedazos.

Es un estadio contrario a ser niño. Se guardan las manos porque se saben culpables. Las caricias son llaves que inauguran cavernas vacías de promesas. Pero afuera llueve, hace frío y desnudos son los abandonos, desnudos aunque se disfracen de palabras, desnudos aunque se cubran con guiños de ojos.

Y no los verás mientras giran en tu torno, a cambio obtendrás dolor en sus consejos, serpentinas voluntades con tripas de abrojo que no muerden sin antes ablandar el terreno. Con lenguas guturales de idiomas ancianos, más viejos que el habla que decora sus ruegos, su saliva es caliente y corrosiva cuando la cuchilla ya tiene tus huellas. Y eres una simple coartada en un juego.

Aun así valentía e sonrisa invertida, la tiza de tu camino será sal y cal viva, pero no hay alternativa. Al fin y al cabo, ellos, en su tan orgulloso sitial de hielo no respiran, pese a enrarecer tanto aire.

La admiración aplaudida cae sobre los comediantes, aunque quiera robarla el avaro titiritero.

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Foto show



Muchos nombres fueron ensalzados, por plasmar testigos de colores, cuando aún no había soñadores, y la pintura era un juego de espejos. La fotografía doblegó sus pinceles, enterrándolos en su cerebro, victoriosa se alzó permanente, meritoria calló las palabras, pero no hay arte... no hay arte sin método.

Ahora se apilan a cientos de millones, en servidores interconectados, con nombres que suenan a marciano, o a refresco revitalizante. Desposeídas de cuerpo son clonadas, ya sin rastro de alquimia en su cara, vagan allá de su última frontera, sugiriendo mundos alternativos, alimentando egos transparentes.

Esclavizadas democrátiamente, pertenecen a quien quiera obtenerlas, disparador al alcance de cualquiera, tanto crimen y tanta condena... escenas asaltadas a juego de luces, sorprendidas en el quebrar de segundo, escamoteadas sin ninguna disculpa. Descansan, seduciendo al tiempo desdeñoso, ignorantes de su entumecimiento, incapaces de nombrar precedentes, cegadas a cualquier otro dibujo.

Las miro compadeciendo su desdicha, acaricio sus márgenes heridos, les susurro nanas de su cuna y les juro que son las más bonitas. Procuro arrancarles sonrisas, reconciliarme ante su crudeza y dejar que lean en mis ojos el silencio de su propia belleza.

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En la boca, no más lejos

Un beso bien dado nunca es un beso inocente, es un beso que empuja a más, a seguir besando, a respirar saliva viviendo en el interior de una boca.

Es siempre un beso culpable, un asesino de barreras, un despiadado ligabocas, un acuchilla-dudas, que deja siempre una herida, aunque no gotee la sangre.

Un buen beso nunca muere, se queda a vivir para siempre, no solo en un mero recuerdo, sino en el margen de los labios, casi rozando con la lengua, acariciando los dientes.

Y muchos otros besos se dan para rememorar ese desatasca-pasiones, ese expropia-corazones, ese intruso miserable que a través de la garganta se cuela para robar voluntades.

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De cine, de amor y de vida

martes, 26 de agosto de 2008

El cine tiene mucho de amor. Al principio abruma y supera. Después es una conquista, mortal hacia delante. Luego una exploración en círculos concéntricos. Y cuando caen los trucos, la magia no desaparece. Es lo grande del amor, del cine, del arte.

Ese regresar constante, ese olor a hogar inexplicable de algunos cuerpos, también está presente en algunas películas. Todos tenemos las nuestras. Recordamos involuntarios sus diálogos, adivinamos el siguiente plano y sin embargo ahí estamos, de nuevo, acudiendo a ellas como amantes arrepentidos.

Aún así, entre todas existe una relación constante. Novelas, poemas... son libertad absoluta, productos en esencia egoístas. En cambio el cine se debe a una audiencia. Está obligado a entretener, a ser aceptado.

Por eso todas las películas son: nudo, desarrollo y desenlace. Tres tiempos heredados del teatro. Inquebrantables. Una fórmula única que bebe mucho de la estructura de la vida. Porque vivimos en los demás. Como dijo Pasternak: el alma va por fuera.

Porque también nosotros debemos, tras una exploración introductoria, plantear un conflicto dramático que nos permita existir. De conflicto en conflicto. Y desenlaces sucesivos hasta el definitivo.

El cine enseña mucho de todo esto. Haced un experimento. La próxima vez que veáis una película, fijaos en el contador temporal. Supongamos una duración media: dos horas.

A la mitad de la primera, prestad atención. Oscilando en torno al minuto número treinta, a veces un poco antes, en ocasiones algo después, se plantea un conflicto. Invariablemente. El protagonista conoce a una chica, surge un obstáculo que ha de superar... Relajaos.

Al transcurrir la primera hora, volved a prestar atención. Veréis como siempre se produce más o menos sobre el minuto sesenta un giro argumental. Lo que era ya no es, lo que parecía se desvanece, nuevos datos aparecen de golpe, algo ocurre y ese algo definirá el final. Seguid observando.

Así llegaréis al minuto noventa, en el que se levanta la trama. Los últimos treinta minutos son un mundo aparte. El desenlace de la película.

Y siempre es así.

Exposición, nudo, desenlace. Exposición, nudo, desenlace. Exposición, nudo, desenlace. Media hora, una hora, media hora, aproximadamente.

De modo que ante las circunstancias de la vida, recordad mirar el reloj. Porque tras el conflicto llega el giro medio, y desde el giro medio se construye el desenlace. Y el tiempo corre. No lloréis cuando las cosas se acaben. Aún os quedan innumerables. Innumerables introducciones, nudos y desenlaces. Hasta que dejéis de rodar. Así es el cine. Así es el amor. Y así es la vida. No hay más. Una estructura vestida de giros argumentales. Pero cuando se descubren los trucos no termina la magia. Simplemente, habéis entendido la película.

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El regreso

Bueno, quizás habréis notado que llevo unos días sin actualizar el blog. Espero encarecidamente que haya sido así. Fue un descanso improvisado a partir de un fuera de servicio del que no obtuve explicación. De repente me he sentido sin nada que decir y he decidido no decir nada. Ahora espero volver. Si me lo permitís. Sé que llevo una trayectoria algo irregular últimamente.

Tengo la intención de hacer un par de cambios en el blog. El primero es dejar definitivamente de abusar del verso. Siendo franco conmigo mismo, la mayoría de mis entradas no merecen la consideración de poemas. Y siendo un poco más indulgente, no es carencia de capacidad, sino de motivación. Escribo para lectura, no pare reseña. Y el metro se hace perezoso para el que lee, y las más de las veces innecesario para el que escribe. Lo utilizaré. Pero sólo cuando esté a la altura de sus circunstancias.

El segundo cambio es menor. He decidido dotar al blog de música. Dentro de poco podréis ver en la parte superior de la barra lateral un botón de play. Si lo pulsáis sonará mi canción favorita de la semana. No es gran cosa, pero me apetecía hacerlo. Y abracadabra.

Así que empezamos de nuevo. Un abrazo a todos.

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La fiesta (y II de II)

jueves, 21 de agosto de 2008

(Leer antes: La fiesta I)

Me entraron unas ganas ineludibles de largarle una hostia a la tal Tupemaca. Pero la habitación estaba a oscuras. Y no tenía ni puta idea de dónde se había metido. Intenté encender la luz, pero no funcionaba. Busqué en mis bolsillos, pero me había dejado encendedor y móvil en la chaqueta, que debía estar en algún lugar al otro lado de la puta puerta.

Una montaña de preguntas emergió de mi mente: ¿Cómo coño había llegado a una situación tan absurda? ¿Quién coño era la tal Topemaca? ¿Era todo un fruto arrancado de un árbol distraído por un viento casual o un manzanazo premeditado? ¿Había algo de qué preocuparse? ¿Qué coño podía hacer sin caer en el ridículo?

No conocía la habitación lo suficiente como para caminar sin tragarme algún mueble. De todos modos extendí los brazos, y sin mediar palabra avancé. Pensé en llegar al baño, cuya puerta recordaba estaba al final de la pared derecha. Pero antes de que pudiera dar cuatro pasos sentí un agudo dolor en la nariz. Alguien me había golpeado. Avancé con rabia y tropecé con algo. Caí al suelo, apenas con tiempo para poner los brazos. Entonces sentí la sangre afluir hasta el piso. Exploté de rabia, dije lo primero que se me ocurrió:

-Cuando te coja, pedazo de zorra, te voy a dar semejante paliza que te vas a quedar sin putas lágrimas, y pedirás por favor que te escupa en los ojos.
-Oooh... ¿Papi quiere azotarme? He sido una niña mala, lo reconozco.

Sin saber por qué me di la vuelta y me quedé tendido en el suelo. Su voz provenía de la parte izquierda de la habitación, donde estaba la cama. Pensé que si volvía a hablar podría abalanzarme sobre ella y agarrarla de una puta vez por todas. ¿Pero qué hacer después? Algo interrumpió la linea de mis pensamientos. La muy zorra se había sentado encima de mi.

-Creo que tu mujer te pone los cuernos.
-¿Y por qué crees eso?- Sentí un cierto alivio al poder tener cualquier tipo de conversación que me sacase del absurdo, aunque tratase de mi convirtiéndome en ciervo.
-Bueno, ella me lo dijo. Me dijo que se follaba a un tal Luis Enrique.
-Bueno, siempre ha sido muy dada a tener fantasías con exfutbolistas del barça. ¿Seguro que no era un tal Romario?
-No, era Luis Enrique. Uno de sus alumnos de clases particulares.

Sabía que mi mujer tenía un alumno llamado Luis no sé qué. Y en ese momento me di cuenta de que no había querido anular la clase del lunes pasado, con ese tal Luis, cuando le pregunté sin quería comer conmigo en el centro. Mi silencio me delató. No podía hablar, y ella comenzó a reírse.

-¿Has visto lo ventajoso que es tener una amiga? No puedes fiarte sólo de una mujer. Necesitas varias, para que se espíen entre ellas.
-Ah, entonces... ¿Quieres que te contrate?
-No, ya lo has hecho. En realidad querías que esto ocurriese.

La puerta comenzó entonces a hacer ruido. Y justo antes de que la abriesen, con un gesto brusco me arrancó la camisa, haciendo saltar los botones. La puerta se iluminó, y escuché un "hay dios mío" de la voz de mi mujer y un "la hostia puta" en boca de Charly. Miré hacia arriba. La chica estaba desnuda, y se movía adelante y atrás sobre mis pantalones.

La tiré hacia un lado y salí corriendo hacia el salón. Quedaba menos de la mitad de la gente que había asistido en un principio, y en su lugar había como 7 u 8 chicas desfilando y bailando en ropa interior. Escuché el portazo de la puerta de entrada. Supe que mi mujer se había marchado. Agarré la chaqueta y salí corriendo en su búsqueda. El ascensor ya descendía, así que enfilé las escaleras.

Era un descenso desde un séptimo piso. Empecé a devorar los escalones de dos en dos, ansioso por ganar la carrera al ascensor, hasta casi caer al llegar al sexto piso. Me reincorporé y volví a descender decidido hacia el quinto, pero en el trayecto las dudas me alcanzaron de lleno. ¿Qué era lo que estaba haciendo? Correr detrás de mi altiva esposa, dejando atrás una fiesta que no había terminado, donde podría reírme de lo sucedido, bromear, y salir indemne de toda aquella farsa. Con esto en la cabeza, arrojé mi cuerpo hasta el cuarto, cada vez más convencido de que estaba muy por encima de todo aquello y que debía detenerme. En el descansillo de la escalera entre el cuarto y el tercero paré, cansado física y anímicamente. Definitivamente correr no tenía sentido. Bajé los escalones de uno en uno hasta el siguiente piso. Envidiaba a toda la humanidad, tan en su sitio, con sus vidas perfectamente ordenadas. ¿Por qué me había casado con aquella mujer? La quería, sí... ¿Pero era suficiente razón como para pasar por un tormento cada día de mi vida? Tener que esforzarme por estar a la altura de caprichos altaneros. En el primero no aguanté más. Deseaba matarla. La emprendí a patadas con la puerta del ascensor. No quería verla. Me quedé en silencio, escuché como ella salía a través del portal unos metros más abajo, con un taconeo cadencioso. Se reía, no lloraba. Y eso hizo que yo comenzase a hacerlo. A llorar. Estaba realmente hundido.

Finalmente bajé hasta el portal. Saqué la cajetilla de Winston del bolsillo derecho de la chaqueta de piel rojiza que llevaba. Estaba sudando, y a la vez tenía frío. El humo me tranquilizó. Afuera la noche era clara, y el viento apenas soplaba. Todo estaba en calma. Me senté en un escalón. Como siempre que me sentía solo, hablé para mi mismo:

-La vida puede ser tan caprichosa y frívola como una mujer...
-Y como ellas, en su frivolidad, siempre es terrible.

Me sorprendió escuchar su voz, a mi espalda. Se sentó a mi lado. Por debajo de su gabardina estaba desnuda. Ni siquiera llevaba zapatos. Eso me enfureció un poco, me daba la sensación de que sabría que me encontraría solo en el portal. Sin el valor necesario para salir a la calle.

-¿Cuál es tu verdadero nombre?
-Menudo espectáculo has dado ahí arriba.
-¿Por qué coño has hecho...
-Pareces un perro hidrofóbico bañado en un lago de lágrimas, consolándose con que haya más sal que agua en ese residuo de llanto.
-¿Quieres hacerme creer que pretendías ayudarme?
-No, simplemente me ponen mucho los perros.

Y diciendo esto, me besó, mordiéndome el labio inferior hasta hacerlo sangrar. Y todo lo demás, dejó de importarme en absoluto. Por primera vez en mucho tiempo, yo era el centro de algo. De lo que fuese. En ciertas ocasiones, cualquier cosa nos sirve de correa.

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La fiesta (I de II)

miércoles, 20 de agosto de 2008

Su aparición no me causó sorpresa alguna. Nadie la esperaba esa noche, pero yo la esperaba siempre. Estaba acostumbrado al ritual, hasta hacérseme casi mecánico y soporífero. Ella saludaría y hablaría con todos los presentes menos conmigo. Entonces se apoyaría en algún sitio. Y mientras alguien intentaba flirtear con ella, simulando distracción, me miraría.

Entonces yo podría acercarme. Era un permiso tácito. Tendría que inventar alguna situación graciosa que me permitiese quitarle al pesado de turno de encima, poniéndolo en evidencia de modo que se sintiese ridículo pero no ofendido y se marchase. Ella arrastraría las palabras, como siempre, y con una mirada de prostituta de lujo de película de época pondría un dedo sobre mi pecho. Yo la haría reir. Y me reiría con ella. Inventaríamos un juego propio, en el que los demás presentes serían actores secundarios y nosotros destacados protagonistas. Y bajo esa mano rápida de pintura, podríamos volver a besarnos.

Sin embargo, en esta ocasión decidí no acercarme, ignorándola voluntariamente desde el momento en que tomó apoyo en la pared. Busqué con la vista una distracción cualquiera, e inesperadamente encontré algo perfecto. Una chiquilla de menos de 20 años que nunca había visto antes, lo que cuando llevas frecuentando la misma gente durante casi una década, se hace bastante interesante.

Aún sabiendo que acercarme tan directamente a ella era un poco vulgar, sobre todo teniendo en cuenta que ya llevaba unas copas encima, la miré directamente a los ojos mientras avanzaba por el camino más corto. Le dije mi nombre y ella me dijo el suyo: Tupemaca. Me pilló completamente por sorpresa.

-Bonito nombre
-Tienes un gusto pésimo
-No es culpa mía, nací así.
-Lo comprendo. Es lo que piensa todo el mundo. Soy gordo, feo, bajito, tonto... pero yo no tengo la culpa. Nací así.
-No, quiero decir que pese a los esfuerzos de mis padres por inculcarme una mala educación, nací cortés. Veo que los tuyos tuvieron mucho éxito.
-¿Quién es la mujer que está apoyada en esa columna?
-Seguramente alguien a quién no le sentaría demasiado bien que te refirieses a ella como una mujer.
-¿Sometiéndose a un cambio de sexo? Es curioso, el femenino le sienta francamente bien.
-No, pero tiene pinta de considerarse demasiado joven para el apelativo.
-Entonces la conoces. Ella no paraba de mirar hacia aquí hasta que hemos empezado a hablar sobre ella. No sabía si es que tu no serías tan feo como a mi me parece o si ella sería lesbiana.
-Es lesbiana.
-Entonces voy a hablar con ella. Yo soy curiosa.
-Lo único que detestamos más los hombres en una mujer que el lesbianismo y la estrechez es la curiosidad. Pásalo...

Pero ya se había ido. Lo que siguió fue bastante espectacular y lo recordaría durante dos semanas, y más adelante de vez en cuando. Tupemaca se acercó al tío que hablaba con mi mujer y le arrojó el contenido de su vaso a la cara al grito de "¡cerdo!". Esto habría servido para que cualquier hombre se sintiese superado por la situación. Pero aquel era, no había reparado hasta ese mismo instante, Lil, amigo de la infancia con el que tuve muy buena relación hasta que hizo pública su homosexualidad, momento a partir del cual desechó sus antiguas amistades por unas que él consideraba más "a su altura creativa". El mayor atributo de Lil, inherente a la capacidad para mostrar el rabo en cualquier fiesta, era un temible desparpajo. Y ni corto ni perezoso, le arreó un puñetazo a Tupemaca en la nariz que la derribó al suelo, respondiendo al cerdo anterior con un "tu padre, so perra" y abandonando la sala con la cabeza exageradamente alta.

Mi queridísima esposa se compadeció de la derribada, supongo que más por la curiosidad que le despertaba haberla visto hablar conmigo que por un sentido de humanidad. La pobre niña sangraba como un volcán. Era bastante espectacular. Yo ni siquiera me acerqué, conformándome con la humilde y limitada posición del espectador que ha apostado el sueldo de un mes al resultado del encuentro.

La ayudó a levantarse. Tupemaca, sin mediar palabra, la miró con una cara de odio que maquilló al instante con una sonrisa. Y con un sencillo y aparentemente tímido gracias se dejó acompañar al baño.

En el momento que hubieron abandonado la estancia, el silencio que se había formado repentinamente apenas un minuto antes se cambió en un suave rugido de comentarios. Y tras unos segundos yo era el claro centro de atención, al ser la persona más próxima a la salvadora y la última que había sido vista con la socorrida. Como no quería dar demasiadas explicaciones inventé una rápida y fantasiosa en extremo, lo suficiente resultona como para que se propagase sola, dejándome de nuevo tranquilo. "La chica del volcán nasal era un transexual que había mantenido relaciones con Lil, y confundiendo a mi esposa con un rival dotado de miembro, fue a pedir explicaciones. Ya sabéis como son los travelos, chicos, demasiado fogosos".

Funcionó. Aunque el "ya sabéis como son los travelos" hizo que mis palabras fuesen interpretadas en dirección a un círculo amoroso que nos incluía a mí y a mi esposa de forma activa. De todos modos no le di importancia. Despreciaba a la mayoría de asistentes, salvo un par de personas, con las que tenía la mayor confianza.

Una de ellas era mi propio hermano, que no veía por ninguna parte. El otro era el organizador de la fiesta, Charly Sesgado, que celebraba como "en los viejos tiempos universitarios" que por fin la gasolina había bajado de los dos euros el litro. Charly era propietario de una empresa de transporte y le gustaba celebrar cualquier cosa, con la condición de que la fiesta tuviese algún estilo extravagante. El día en que publicaron mi tercer libro decidió que lo celebraríamos al estilo de los 60. Como consecuencia 6 tíos acabamos gritando de terror en una habitación por motivo de unos curiosos mamíferos armados con motosierras y un séptimo se tiró por la ventana y se rompió el brazo. El séptimo era charly, que luego aseguraría que se tiró voluntariamente para darle más realismo al colocón: "en todo colocón épico hay un tío que se tira por la ventana".

-¡Charly!
-¡Qué hay tío! ¿Te gusta la fiesta?
-Hombre, algo descafeinada...
-¡Salvo por el rollo del travelo! Menuda hostia le metió el Lil. Y eso que es maricón. Pero tienes razón, debí haber pensado que una fiesta al viejo estilo universitario sin universitarios no iba a tener alma. ¿Se te ocurre algo para arreglarlo? ¡Un momento! ¡Tengo una idea! ¿Por qué no llamamos a unos universitarios de verdad? ¡¡¡NO, NO, NO!!! Mejor aún. ¡A universitarias calentorras! Seguro que anuncian de esas cosas en internet. Tiene que haber algo así fijo.
-Ya, Charly, pero seguramente sean solo prostitutas, y te saldrá muy caro...
-Bueno, preguntaré, si tienen clases de interpretación me sirven aunque no sean de verdad. Y aún así, tío, piensa la de universitarias que se pagan sus cosas haciendo de guarra de lujo por la noche. Un huevo de ellas, tío, que Zara hace mucho que dejó de ser barato. ¡Fijo que son de verdad! ¡Fijo, fijo, fijo, jajajajaja! ¡Y por el precio no te preocupes! ¡Que con el precio de la gasofa a la baja mis márgenes subirán un huevo! ¡Ya lo verás!
-Tienes razón, jajajaja.
-¿Verdad? Tío, te noto triste ¿Qué coño te pasa? Esto es una puta fiesta universitaria. ¿Alguna vez estuviste triste en la universidad? ¡Pero si eras la puta alegría de la fiesta! ¡Eras el puto amo! ¡El terror de las nenas! Y mírate ahora. Te dije que no te casases. Esa zorra acabará contigo, ¿Te lo dije o no te lo dije?
-De hecho me preguntaste como 20 veces que cuando la iba a dejar. Pero por tu cara pensé que estaba relacionado con eso que dijiste unas 200. Que estaba buenísima.
-Jajajajaja, bueno, ya me conoces. Siempre he sido un poco bocazas. Pero perro ladrador... ya sabes. Por cierto, tu mujer vuelve con el travelo. Creo que deberías acercarte y arreglar las cosas. Lo del trío me ha parecido una buena idea. Seguro que salva tu matrimonio. Bueno, voy a buscar lo de las universitarias. Ya me comentas después.
-Sí, claro, un abrazo.

Sobra decir que Charly era muy conversador y muy poco observador. Las que habían vuelto no eran ni mi mujer ni el travelo, sino una chica negra y una rubia con el pelo rapado con pinta de haber consumido éxtasis.

Pero la situación empezaba a ser extraña. Las mujeres sienten una atracción natural por los baños. Pero ya llevaban más de diez minutos. Fuese mucho o poco tiempo, me aburría, así que me dirigí hacia la habitación matrimonial donde habían entrado. Me las encontré de frente nada más cruzar la puerta.

-Hola, Tupemaca ¿Has visto a mi esposa por ahí?
-¿Por qué este cretino te llama Tupemaca?
-No lo sé, será un borracho. De todos modos, es un borracho muy guapo, ¿No crees?
-Va, del montón- contestó mi esposa, mientras yo callaba volviendo a mi posición de espectador, observando a las mujeres, verdaderas profesionales del engaño -Yo desde luego no pasaría con él más de cinco minutos. Tiene pinta de ser un tipo aburrido.
-Pues yo le echaba un buen polvo. Tiene cara de tigre.
-No, creéme, no lo es. De hecho, me da la sensación de que la tiene bastante pequeñita-mi mujer acompañó este gesto con una sonrisa maliciosa y un guiño de ojo, pero yo ya había decidido que no le dirigiría la palabra en toda la noche
-Bueno, pues yo pienso comprobarlo por mi misma. Ahí te quedas, bollera asquerosa. Además de vieja eres aburrida.

Y antes de que pudiese siquiera poner cara de sorpresa, la empujó haciéndola casi caer hacia el salón y cerró la puerta. Nos quedamos solos en el dormitorio. Por supuesto, a mi todo aquello ya me había parecido demasiado. Estaba cansado de todo aquel esperpento, y sólo deseaba coger a mi esposa de la mano y llevármela a casa. Pero la niña tenía esa mezcla de mala sangre e ingenio que tantos cuerpos llevó a la hoguera en siglos pasados. Y con un movimiento de muñeca trabó el picaporte. Vi como alguien lo movía desde el otro lado. Intenté hacer lo mismo, pero no pude hacer nada. Estaba atrapado con ese monstruito veinteañero en una habitación, con mi mujer y una fiesta repleta de chismosos al otro lado.

(CONTINUARÁ MAÑANA)

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¡Premios!

domingo, 17 de agosto de 2008

Bueno, para todo hay una primera vez. Y esta vez es la primera que los compañeros blogeros me dan un premio. Me he informado, a ver dónde se cobran... pero al parecer están hechos de puro cariño, así que ya me los he ido embolsando día a día. Muchísimas gracias a MónicaMDQ y a bandala por el detalle.

Como consecuencia es también la primera vez que me toca darlos a mí. Y esto me produce más alegría aún. Porque tengo mucho que agradecer. And the winner is...

Premio al blog con huellas
, otorgado por el maravilloso blog de música y otras yerbas try again...



-A palabras de lilith:
Por su constante, constante, constante hollar en tantas sensibilidades a través de un afecto firmado de palabras sinceras pero formado de sinceridad sin palabras en cada uno de sus poemas.

-A como flores bajo la nieve:
Por ser tan diferente siendo tan ella misma, porque hasta el más aguerrido lector claudicaría a las huellas que va dejando sobre la nieve agrisada de su blog. Y porque aún acabando de empezar ya se merece cualquiera de los otros dos premios pero quiero darle este (¿He dicho ya que es diferente? ¿Y que las flores crecen bajo la nieve?)

Premio blog por ser diferente, también otorgado por el inigualable blog de Mónica, try again (qué, no tengo tantos amigos, pero los que tengo son mucho mejores que el resto)...



-A mexadas duns gaiteiros:
Andamos algo paralizados de verano. Pero semos diferentes, chicos.

-A las frikadas de Pacuxo:
Qué decir. Pacuxo es diferente, y se le nota un poco más, si cabe, desde que le dio por dibujar... eso. Tiene gracia, pero no es casual, tiene gracia porque tiene talento.

-A 100 grados y 21 gramos:
La Sandiego is different. She is so different...

Premio flor de blog, otorgado por bandala, autora de Ondinnonk, quizás el blog más interesante en el que mis ojos se han posado...



-A un punto de vista:
Por la candidez ajardinada que desprende Laura en cada una de las entradas en ese diario del corazón. Tan del corazón.

-A tan versátil como acústica:
Por la habilidad de hechicera de Andrea, que con pocas palabras (y un tiempo de lectura delimitado) es capaz de levantar vendavales en cientos de cabezas que reflejan sus tormentas en los comentarios.

¡Podéis recoger vuestros premios! Obviamente esto no es obligatorio. Sé que existen teorías circulando por el imaginario cibernético de que esto no es más que un intercambio absurdo de enlaces. Todo el que piense eso quizás está en lo cierto, pero indudablemente es una persona aburrida y carente de interés (ahora es cuando alguien se ofende y no vuelve a leerme).

¡Os quiero a todos!

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Este es mi Universo

sábado, 16 de agosto de 2008

Me dije a mi mismo: “El amor es como la gravedad, dos cuerpos se atraen por proximidad y en ocasiones giran en órbita sin llegar a besarse”

Aquella noche soñé que viajaba en uno de esos descapotables americanos. Y mientras conducía, relajado miraba el firmamento de negro con unos pocos lunares blancos. De repente el cielo cambiaba y las estrellas se multiplicaban hasta iluminarlo por completo. Podía ver las piscinas de colores sobre las que nadaban y las serpientes azules, verdes, rojas y amarillas que trazaban las orillas de su movimientos. Más grande que todas ellas, nebulosas dubitativas se expandían y contraían hilando formas de animales, y las majestuosas galaxias giraban, a lo lejos, espejo de la inmensidad de todo aquello. Tuve la sensación de comprenderlo todo, pero era una comprensión sorda. Un sentimiento de calma absoluta. Un escalofrío de verdad sincera. Y entonces me dí cuenta de que estaba solo.

Me desperté y estuve toda la mañana cavilando por un camino sin forma ni término claro. Finalmente descubrí que llevaba varios minutos pensando en lo que no se ve, en eso que los científicos han dado en llamar materia oscura, el cemento que mantiene unidas las galaxias y hace que cada estrella de cada una de ellas se desplace en armonía constante. A la misma velocidad, debido a una gravedad sobre algo intangible. Algo tan antiguo como el mismísimo Universo, tan grande que abriga el firmamento y tan pequeño que nos atraviesa constantemente sin que podamos percibirlo, ni siquiera con las más avanzadas técnicas de la ciencia.

Y pensé... el amor es como la gravedad, el amor es como la gravedad, el amor es como la gravedad... y el destino es como esa materia que no vemos. Como esas gotas de realidad inexplicable que nos refugian, que nos controlan sin que podamos percibirlo. Algo tan humano y tan indiferente a la humanidad. Que nos hace ser lo que somos sin quererlo, estar donde estamos sin pretenderlo.

Porque estoy aquí, ligado, orbitando en torno a diferentes cuerpos, por una fuerza que no comprendo porque no puedo sentir. No es mera atracción, algo me ha dicho qué es lo que soy, y nada puedo.

Cerré los ojos, y entonces pude sentirlo. Lo que había visto en el sueño. No mirando hacia arriba, sobre el parabrisas de aquel coche viejo, sino en la carretera. En esa vía que anteriormente parecía vacía, pero que se iluminó bajo el brillo de millones de cuerpos celestes, por primera vez manifestando su terrorífica belleza. Por primera vez iluminando un camino...

Somos las postillas sobre las heridas por las que el mundo quiere sangrar. Somos el cerrojo que lacra la puerta de su locura. Estamos conteniendo la inmensidad de todo un mar y sólo filtramos, de vez en cuando, una gota de genio. Somos los tendones que unen el riesgo con el azar, puntos de equilibrio sobre los que se balancean todos los delirios, y aunque periferia la sabia ciencia nos ha dado en llamar, si dormitando podemos aunar tanta realidad: quién es el necio con tanto talento como para descartar que este universo sea la fuga inventada a nuestra soledad, plegada sobre si misma en un marasmo de colores, formas y sentimientos absurdos...

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Mi ego

miércoles, 13 de agosto de 2008

Un sórdido remoto tengo aquí encerrado
un candado de inocencia desangelada
un ángel sin alas con los puños rotos
de golpear la pared del reverso de mi cáscara.

Quiere volarme la piel en cada uno de mis gestos
romper el zurcido del remendado ya viejo
arrancar los clavos del hogar de mis anhelos
violar la tumba de mis yos antepasados.

Muy altos y muy violáceos son sus impulsos sordos
filtrados por el sonoro temblor de mi garganta
muy violentos y muy sexuales y muy viscosos
sus plañidos violados por el exterior que lo acorrala.

En su constante bregar soy yo el residuo sesgado
entre las sencillas normas y sus atractivos desmanes
malherido está mi lugar de temblores furibundos
cada segundo un chocar de huesos y tempestades.

Me abandono sin querer a sus sádicas caricias
preñado de agujas de cal que asoman entre unas heridas
más pequeñas que mis poros, más grandes que la codicia
de controlar alguna vez el destino de mis días.

Así que yo no soy yo, soy un lugar sin espacio
un espacio sin ley y una ley que se deroga
cada vez que abro los ojos, las manos o hasta la boca
porque dentro de mi cuerpo hay otro cuerpo que explota.

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Los derrotados

Quizás debería escribir una oda
por los derrotados
                          los que
no giraron dos veces la llave
cuando todo contenían
                          y sin embargo
no saltaron el candado del odio
cuando se lo hubieron robado
                          los que
supieron conservar la dulzura
en sonrisas si había alegría
                          para después
anegados por dentro de llanto
de sal continuarlas forzando
                          los que
entendían la vida se esconde
entre los gestos sencillos
                          pero
no dudaron en prenderse fuego
porque valía la pena.
Sin ira
         ni rabia
                   ni venganza
ni condena
que les llevase como a otros
hacia la supuesta gloria
narrada en las estéticas crónicas
de la historia.
Pero con gesto sincero lo digo
no será necesario.
Mientras los victoriosos
figuran                 solos
                en
    estatuas y archivos
            nosotros
    cadáver con cadáver
nos besaremos de olvido.

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Un viejo conocido

martes, 12 de agosto de 2008

Una enfermedad se ha instalado en mis días
la veo reptar bajo las mantas del cielo
que exuda gotita a gotita su recuerdo
formando una lágrima de tinta amarilla
que traza sutil la sombra de su cuerpo.

Es el aterrizaje de ese viejo conocido
cazando soplidos entre el viento homicida
remanentes del aire que ella suspira
con los que sobornar mi respirar sumiso
para así ser de nuevo jinete de mi pecho.

No quedan palabras para trazar una fuga
su saliva impregna la horca de mis lamentos
y solo en sus labios podré encontrar la cura
porque el amor, finalmente, ha vuelto
para tejer mi vida de porciones de beso.

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Ausente

jueves, 7 de agosto de 2008

Han pasado dos meses desde que el capítulo93 abrió sus tapas. No quería nada, más que probar. Con el tiempo fui un poco más codicioso, deseé aprender. Y finalmente sólo he buscado disfrutar.

Aunque he mirado muchas veces en otras direcciones, el propio blog se ha autodefinido como un poemario. Cada vez que he intentado otras cosas, me han salido mal, o bien han requerido un esfuerzo enorme. En cambio los poemas me salen con naturalidad. Me gusta escribirlos.

Así que seguiré haciéndolo. Seguiré disfrutando, aprendiendo, y seguramente probando. No me gusta el futuro previsible, es como un futuro de viejos.

Pero será a partir de este lunes. Estaré unos días sin conexión posible ni deseable. Ya sé que no vais a echar de menos a un pirado que escribe en un blog desde hace unos días. Pero los compromisos más fuertes son los que no lo parecen.

Si pasáis por aquí, en cualquier rato libre, dejad un comentario bajo esta entrada. Para que sea un poco la entrada del lector. Del invisible. Muchas veces no se tienen palabras en la boca (las manos, en este caso) pero se tiene mucho que decir. Y a mi me sirve con un hola.

Nada más, so long, à bientôt, bis bald, até logo, hasta la vista... un beso.

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A la mar negra

"La vida es una mar tirana y su oleaje el cadáver
engendrado por cada ideal que naufraga".

Con estas palabras falleció mi padre, quebrando
así mi ancla de esperanza.

Mi padre, tan capitán, tan de alma y tan salvaje,
tan de semblante tranquilo, tan de callarse,
de nunca temblar de frío.

Arrié las velas en señal de luto, dejé mi barco
al pairo de la nada. El viento cesó,
como solidario.

Al día siguiente, la dejé en el puerto. Una madre
vestida de negro. Grité de rabia, suficiente lejos
que nadie escuchase mi lamento.

Viajo sin brújula, carta o sextante, a gavia, velacho
y sobremesana, mi pabellón: la venganza.

Sus últimas palabras tristes... no le reconozco
en su muerte, maldita mar, tú le destruiste.

La voy tiñendo de rojo. Hiendo en ella la quilla,
como un criminal con su cuchilla riego la mar
con sus propios despojos.

Para vengar a mi padre. Aunque quizás él comprendía.
Quizás conociese mi carácter. Siempre repetía
lo importante que era, pese a todo, navegar.

Por eso sigo mi viaje. En la calma intuyo tempestades,
las espero como una vuelta a casa. Sólo en la tormenta
puedo apreciar la inmensidad de la calma.

Porque mi padre era un ideal, yo soy hijo de oleaje,
y nada temo de la mar.

Ya no quedan burdeles de sirenas en mi océano
ni playas vírgenes en las que abandonar mi lancha.


(Que nadie me dé el pésame, no he perdido a mi padre. Sólo es un recurso).

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La última dama

miércoles, 6 de agosto de 2008

Una noche mis compañeros bebían y yo bebía más
que ninguno de ellos, mis pulmones zozobraban
entre humo, naufragaba de coca mi cerebro.

La vi llegar entonces, desde lejos, antes
que cualquiera se fijase, la miré y sonreí,
mientras ella, prematura, resolvía quedarse.

La reconocí al instante, tan presumida
y distraída bajo su velo cambiante, tardé
aún así mucho tiempo en hablarle sin
confesar nunca saber quién era.

Le agradecía cada uno de los paseos, cuando
serena iba colgando de mi brazo. Acomodé mi
reloj a sus manías y para reposo de sus cansadas
rodillas, le ofrecí cada noche mi pecho.

Yo sabía a dónde quería llevarme, yo quería
quedarme y ella también lo sabía, pero
disfrazamos el fraude de cariño mientras
nos vestíamos con nuestra compañía.

Acostumbraba a arañarme la cara, a frotarme las
manos hasta que me dolían, enfadada estrangulaba
mis huesos y me arrancaba el cabello con ira.

Yo decía que no me importaba, la consolaba hasta
que se dormía, confesó que conocía mi tormento,
una tarde, y juró a la siguiente marcharía.

Esa noche lloramos de miedo y le ofrecí
todo lo que yo tenía: que tomase las cuencas
de mis ojos; mi corazón, le tendí y aún latía.

Su esencia era fría, como su último beso antes
de agradecerme el haberla comprendido. Prometió
su regreso algún día, dijo que ya me echaba de menos.

Se dio la vuelta y entonces lo hice, descargué contra
su cuerpo mi ira, hasta escuchar el quebrar de su
espalda. Cuando la enterré creo que aún estaba viva.

Recuerdo, a menudo, sus últimas palabras, su inútil
y arrastrado lamento de niña, por haber desvelado
sus secretos, mucho antes de lo que debería.

En realidad lo sabía ya nada más verla supe lo sola
que se sentía. Engañar a la vejez no es difícil:
ámala hasta darle tu cuerpo, guarda el odio tras
una sonrisa, traiciónala cuando aún estés a tiempo.

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El deseo

martes, 5 de agosto de 2008

Desde que abrí los ojos veo sombras,
los sedimentos de un río imposible,
sus esculturas siempre caprichosas.

Vivo atrapado en torno a un pasado
tan inmediato que nadie lo nota.

El tiempo se equivoca entre mi cuerpo,
lacera hasta el sometimiento mis sentidos:

son monstruos con aliento de recuerdo,
recuerdos de un monstruo que se expande
sobre cada momento que devora.

El campo de mi roce es un lamento,
no siento lo que tengo y aún contengo
todo aquello que siéndome tan propio
me mira con sorpresa de extranjero.

Cuando me besas no siento tu beso,
siento la eterna ausencia de tus labios.

Cada segundo me veo asediado,
toda posibilidad se me revela,
mi pensamiento lame cada esquina
de todo lo que puede ser suceso.

El correr de cada instante es un plañido:
todo lo que habiendo sido se emborrona
entre todo lo que no y ya he perdido.

Cuando me besas no siento tu beso,
siento la eterna ausencia de tus labios
y cuando se termina llega el trueno:
el dolor de cuando no me mordiste,
el placer de los desechos de tu lengua,
el sabor de tus posibles sabores
se desborda violento sobre mi cuerpo.

No hay giro que defina mi destino,
el secreto de la linea del misterio
es rutina para mi YO siempre disperso,
tan obvio y tan desnudo está mi tiempo.

He vivido tantas vidas paralelas
entrecruzadas todas en imposible,
tan expandido estoy que nada siento.

Y no puedo quitarme de la vida
porque en la posibilidad creo estar muerto,
cada una de las heridas que no veo
siguen, pese ausentes, aún doliendo,
las que más queman son cuando me besas
y siento la eterna ausencia de tus labios
al comprender que nunca te he besado,
y no puedo dejar nunca de hacerlo.

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La sonrisa

domingo, 3 de agosto de 2008



Sonrisa es una arco evanescente
que apunta desde el raso de la bóveda
flechas de carcajada potenciales.

Es una luz arcana omnipresente
que nunca falla cuando es convocada,

entre palabras tristes siempre cabe
no ocupa más que el hueco de la boca
aunque se desparrama en ocasiones
sobre ojos que sonríen en escolta.

Apuntala los momentos imborrables,
donde dos sonríen se persona
una diosa en una sonrisa mutua.

Amiga íntima es de la locura
nace de la necesidad de la llamada
que hacemos sobre el símil de la duda
cuando pensamos no queda ya esperanza.

La sonrisa pasajera en nuestra cara
es reflejo de trayectos de memoria

y conforma el pasaporte que nos lleva
a través de la ironía hasta la euforia.

No quedan ya vestigios del pasado
cuando el habla no manchaba de mentiras
la comisura fiel de nuestros labios,

más que la eterna sobra sonriente
sombrío y bello estigma, tan humano.

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Cosas que contar

Me duele el aburrimiento al escucharnos
hablar de elementos tan circunscritos
al círculo que guarda nuestro ego
tan poco generoso en desbordarse.

Somos tan redondos y tan reprimidos
que por mucho que finjamos dos mil excesos
nunca podremos vivir fuera del silo
en el que apilamos supuestos defectos.

Tapamos cicatrices con maquillaje
el viento no se filtra en nuestras mentes
y consideramos insulto el ser vulgares.

Queremos algo perfecto y biensonante
cantable para que cuando seamos viejos
la voz de la memoria embalsame nuestros huesos
y por más idiotas que siempre hayamos sido
poder hablarle a nuestros tristes nietos
y que ellos nos recuerden a sus hijos.

Olvidando que el bum-bum de los latidos
no fluye más allá de este momento
y el nuestro es un momento tan hueco y frívolo
que todo sonido, tras agonizar un poco
expira al beber de su vacío.

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No estoy enamorado...

sábado, 2 de agosto de 2008

...estoy acerrojado de balas pasionales
apuntado con sosiego de asesino
que busca dar de lleno en su diana.

Aún no he sentido aquel instante
en que un estallido para el tiempo
aunque lo siento cerca (lo presiento)
cuando has matado tanto ya lo sabes.

El amor no es juego fácil ni ligero
el que quiere herir se hiere
y está muerto
el que buscando muerte la sostiene
en cada uno de los soplos de su aliento.

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Malditos de sonoro

Cuántos se han aventurado...
            en cuántas noches,

almidonados de deseo exacerbado
por veredas de palabras sollozantes
formadas de punzadas en el lomo
donde su febril mitología intuye el robo
de víscera cardiovascupalpitante.

Los altisonantes, a modo de hábil sastre
ciñen sus oídos de mercantes modas
encorsetando con te quieros pegajosos
absurdos lloriqueos insalubres.

Sin entender que en su narciseo quejumbroso
llamando por un nombre mujeriego
Marta, Lucía, Ana, Lidia o Vero
pierden ese momento dulce de triste
en el que solos y ausentes son esclavos
de un amor que pende en los silencios
del amor sonoro y necio que han creado.

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La curva de arena

viernes, 1 de agosto de 2008


(Creative Commons: javivaz)

A veces las más tristes doncellas de la mar
se cuelan entre el rumor de la espuma de una ola
para acariciar en el reflejo de la arena húmeda
las huellas al caer desde los pies de sus gemelas.

Las enamoradas, que ilusas piensan
que en su soledad son desdichadas.

Pero es en la curva que dibujan
al partir la playa en dos mitades
donde mayor fuerza cobra la tristeza.

Porque entre las rocas... cuántos cobardes!
pintan de verso el aire de su fuga.

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