Cuántos se han aventurado...
en cuántas noches,
almidonados de deseo exacerbado
por veredas de palabras sollozantes
formadas de punzadas en el lomo
donde su febril mitología intuye el robo
de víscera cardiovascupalpitante.
Los altisonantes, a modo de hábil sastre
ciñen sus oídos de mercantes modas
encorsetando con te quieros pegajosos
absurdos lloriqueos insalubres.
Sin entender que en su narciseo quejumbroso
llamando por un nombre mujeriego
Marta, Lucía, Ana, Lidia o Vero
pierden ese momento dulce de triste
en el que solos y ausentes son esclavos
de un amor que pende en los silencios
del amor sonoro y necio que han creado.
Hace 11 horas
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