A veces nos preocupamos por como serán las cosas o como han sido. Surgen en este punto tres palabras: azar, causalidad y destino. Se dice que el azar es la causalidad que no vemos y el destino el fruto de esa causalidad invisible. Es decir, si algo ocurre, es porque hay una serie de acontecimientos que lo hacen ocurrir, y desde que esos acontecimientos están definidos, ese algo va a ocurrir. A su vez, cada acontecimiento es fruto de otros aconteceres. Y así sucesivamente. Lo veamos o no lo veamos. Infinitas cadenas invisibles e infinitas que llevan de un eslabón a otro.
Pero en el fondo todo lo anterior es una cuestión intrascendente. Lo que nos importa es nuestro papel en la cadena. Podemos elegir? Hay caminos que tomar? Somos los autores de nuestras decisiones? En resumen, existe lo que comúnmente se llama libre albedrío?
O quizás las cadenas se nos meten por los ojos, por la nariz y por la boca hasta llegar a nuestro cerebro, para volver a salir de nuevo? Hay algún punto dentro de nosotros que marque un inicio y un final? En el fondo quizás esta pregunta sea similar a cuestionar nuestra propia existencia como seres.
Y aquí no vale un simple pienso luego existo y me voy a la cama. Que mañana hay que madrugar. Porque pensar quizás no sea más que sentir el correr de la cadena por nuestro cerebro. Sentir quizás no sea más que la cadena a través de nuestros nervios. Lo importante es saber si en algún punto somos dueños. Si hemos tomado alguna decisión real en nuestras vidas. O si reaccionamos automáticamente a lo que percibimos según un número infinito de eslabones que definen nuestra conducta.
Yo no tengo la respuesta. Mi mente se pierde en este tema. Pero hay algo de lo que siempre estuve seguro. Sólo hay una palabra que define un inicio. La creación. Por eso intento escribir algo todos los días. O inventar algo nuevo. Creatividad. Porque sólo cuando siento que algo nuevo nace de mi mismo, puedo estar seguro de que soy el inicio de algo. De que existo. Para mi esa es la expresión del arte. Algo nuevo. Algo que no es consecuencia de nada. O que siéndolo alarga tanto las cadenas que el infinito no basta para definirlas.
Lo sé, es una solución endeble. Pero es la única que se me ocurre.
Hace 20 horas
Sólo un garabato ¡Deja otro!:
Tan convencida como estoy de que todo es consecuencia de algo, desconcertada me encuentro acerca del origen último de las cosas, de la libertad para decidir, de la naturaleza de la decisión en sí misma.
Lo más lejos que he podido llegar en el correr de mi cadena es que la sensación de libertad que todos tenemos es, junto con nuestro autoconcepto, el mayor condicionante, el determinante más poderoso, que tiene nuestra conducta. Poderoso porque es sutil, invisible. Yo creo que soy bueno, y creo que soy libre, y me han enseñado qué es el bien, por tanto mi comportamiento necesariamente tiene que ser éste, porque puedo elegirlo, y debo elegirlo desde mi bondad incuestionable.
Hacernos creer que somos libres es una buena manera de sujetarnos desde dentro, con cadenas invisibles, no de acontecimientos, sino de autoconcepto y expectativas.
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