Los que nos hemos ido

martes, 17 de junio de 2008

Es triste saber
que lloverán sábanas blancas
sobre lechos que no existen
de sueños hechos
terribles e imposibles;
que volarán lágrimas negras
sobre cielos transgresores de tinieblas
que caerá la luna llena
y matará el sabor
de tu cuello que es un tallo negro
y se eleva eterno en mis poemas
pero tiene sus raíces
en tu seno de madreselva
que es de otro,
dios lejano
que vive en la agonía
pero es dios al fin y al cabo.
Y es terrible
besar el aire de tu ausencia
y gritar sin escuchar
esa respuesta
que busco y busco
entre hogueras eternas
en suplicios no inventados
en caídas
a abismos inexplorados
en suicidios nunca completados.
Masoquismo de este amor
que además de ciego
es esclavo,
sordomudo
y tiene látigo.
Cuántas yagas voy contando
y cuantas heridas he olvidado
pero acosan
lamiéndome el cuerpo,
intoxicándome de rojo
como un fuego
que no cesa,
pese a ser lentamente sofocado
por vacíos de tristeza
formados de la nada
que fugazmente se refleja
en los espejos de tus ojos
que me muestran:
que estuviste y ya no estás;
que antes de haber muerto
habré perdido hasta el último
de los hilos que una vez
tejieron este alma
que te dejo como prenda.
Para que cuando tengas frío
me comprendas
niña
para que si sopla el viento
no lo sientas
vida
para que seas contraste
de mi muerte.
Para acariciarte una vez más
cuando ya no pueda verte
y conocer así el edén
de los que amamos
y nos fuimos para siempre.

¡Deja el primer garabato!

Publicar un comentario