La sábana estaba serena
como nunca el mar estuvo
en ondas quietas de seda
y un imperceptible vaivén
en la curva de mi mundo.
Allí donde el rojo del astro
hundió tantas veces su brazo
buscando de nuevo el Edén.
Tantos anocheceres, verdad?
Tantos anocheceres...
Si pudiera girar sus caderas
y sentir amanecer...
Pero ya huele a pasado.
El tiempo como pausado
traicionero en su sigilo
hiende su filo en mis manos
y me rebana los pies.
Sin lanza para un costado
ni cielo para unos labios
cobardes a su desnudo.
El ventilador en el techo
retuerce el sudor del cuarto:
Ríos que han arraigado
en espasmos de quince minutos
en que el deseo se revela...
Una cebra seduce otra cebra
que es un bengala blanco
y el rojo de nuestro abrazo
ha de teñir nuestra piel.
Cómo escapar de la tierra
cómo escapar de mi tierra
sin alas que me sostengan
ni valor para perder.
Enciendo un cigarro y expulso
nasales hebras de humo
porque saben como ella.
Quizás el infierno sea
recordarla en cada pucho.
Hace 17 horas
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